Agricultura, alimentación y recalentamiento climatico
Si se quiere invertir para disminuir el impacto del recalentamiento climatico debido a la agricultura y a la alimentación, es necesario tomar tres tipos de medidas, ya que este sector está afectado triplemente, porque resulta ser a la vez :
Víctima : es una de las actividades humanas que va a sufrir más de los efectos del recalentamiento, el cual comprometerá gravemente su desarrollo en numerosas regiones del mundo. Particularmente en las regiones tropicales, pero igualmente en Francia. Las primeras acciones, deben consistir en ayudarlo a ser más resiliente para seguir produciendo eficazmente, a pesar de todo.
Causa : la agricultura es uno de los mayores actores de este recalentamiento, porque emite sola, entre el 20% y el 25% de los gases de efecto invernadero de origen humano. Se debe pues ayudarla a calentar menos el planeta y en particular a limitar sus emisiones de gas carbónico, pero sobre todo de metano y de protóxido de nitrógeno, siendo estas dos especialidades deletéreas las que, muy desgraciadamente, son respectivamente 23 veces y 298 veces más « recalentadoras » que el gas carbónico.
Solución: tiene una de las únicas herramientas disponibles para contribuir a resolver el problema : la reducción de la cantidad en gas carbónico, a travès de su captura en los árboles y el suelo.Se debe pues incitarla fuertemente a aumentar de modo decidido su contribución a la captura del carbono.
1-Ayudar la agricultura a producir, a pesar de todo.
La lista de los daños del recalentamiento global sobre la agricultura es desafortunadamente muy larga, y las ayudas que se pueden imaginar para reforzar su protección relativamente limitadas; pero no es un motivo para no intentarlo resueltamente, dada la importancia de los desafíos.
Los ciclones son cada vez más violentos, arrancando todos los cultivos en su camino, destruyendo las presas e inundando las tierras con agua salada. Golpearán cada vez más fuertemente los países tropicales insulares o costeros, entre los cuales las islas francesas de las Antillas. Para decir la verdad, ante tanta violencia, no se ve muy bien cómo se podría proteger mejor la agricultura. En cambio, la Francia metropolitana está también sometida a tormentas de fuerza creciente, por ejemplo en el sudeste, en otoño, durante los « episodios de Cevenas », cuya fuerza crece con la temperatura del Mediterráneo. Respecto a la agricultura, por suerte, estos incidentes tienen lugar en otoño.
Pero se puede mirar también hacia las Landas, actualmente el mayor bosque de Europa, enteramente compuesto de pinos marítimos. Esta región, adosada al océano atlántico, con vientos dominantes del oeste, haciéndola particularmente sensible a las tormentas. Las de diciembre de 1999, que destruyeron casi el 30% de los pinos, luego Klaus, en enero de 2009, abatió más de la mitad de lo que quedaba. ¿Quién se va a creer que, con el recalentamiento del planeta, no habrá más tormentas en las Landas dentro de los 40 años que se acercan y que se podrá cosechar sin problema los árboles que fueron replantados después de Klaus ? La carpintería es ya un sector muy amenazado en esta región. Un gran esfuerzo de investigación y una ayuda enérgica para cambiar radicalmente de producción aparecen ahora prioritarios.
El derretimiento de los glaciares y el agotamiento de las capas freáticas amenazan el riego.
Por supuesto, este fenómeno afecta mucho más Asia, donde buena parte de la producción alimentaria depende de una agricultura regada, nacida de los siete grandes ríos que bajan del Himalaya, pero afecta igualmente buena parte del sur de Francia. Los sistemas de riego, instalados desde hace siglos al pie de los Alpes y de los Pirineos, están ahora muy amenazados. El casi monocultivo del maíz regado en el sudoeste tendrá muchas dificultades para mantenerse. Parece extremadamente urgente invertir para prepararse a lo que sigue: constitución de depósitos de aguas de superficie, tentativas de plantas alternativas menos solicitadoras de agua como sorgo, generalización del gota a gota para ahorrar agua, cobertura permanente de los suelos, agroforestería,cambio de prácticas culturales, etc…
En la mitad norte de Francia, cuyo futuro clima se parecerá mucho al clima actual del sudoeste, no parece irracional empezar ya obras que permiten almacenar, de una manera o de otra, el agua que caerá en cantidad más abundante el invierno, para poder empezar a regar en verano. Y de modo general, la investigación para una implantación de una agricultura menos solicitadora de agua y menos sensible a los extremos( inundaciones seguidas de sequías está desarrollada de modo insuficiente todavía.
Habrá que afontar nuevos riesgos sanitarios.En breve, si tenemos más calor en Francia, tendremos también todas las enfermedades de los países calientes ! En el dominio de la agricultura, se va a asistir a un desarrollo importante de enfermedades criptógamas o fúngicas (causadas por hongos parásitos): la roya, el oidio ,la mancha, el mildiu, la fusariosis… y por ataques de parásitos tropicales. A título de ejemplo, cada uno puede ver ya que, producciones bien instaladas en el territorio nacional, como el olivo o la palmera en el sudeste, el arce blanco en el sudoeste, hasta el boj en los castillos del Loire, están ahora directamente amenazados. En cuanto a la cría, la lista de las nuevas enfermedades que podrían extenderse es larga y espantosa : fiebre catarral ovina, peste equina, fiebre del valle del Rift, fiebre del Nil occidental, leishmaniosis leptospirosis…..etc. Una gran inversión en investigación y en apoyo a los agricultores afectados por estas nuevas crisis sanitarias va a imponerse en los próximos años. Es el momento adecuado para aprovecharse del hecho de que Francia se ha dotado de los dos mayores y más prestigiosos centros de investigación agronómica en el mundo, que son el CIRAD para la agricultura tropical y el INRA para la agricultura temperada.
Implantar una agricultura que aguanta las canículas. Las plantas bien adaptadas a nuestros climas no lo son a las canículas, ya que antes casi no existían, o bien ocurrían en el mes de agosto exclusivamente, cuando los cereales ya estaban en los graneros. Este riesgo ha aumentado con las selecciones genéticas que nos han conducido a sembrar granos que tienen une fuerte productividad cuando todo va bien, pero también una gran fragilidad en caso de exceso de calor o humedad. Mas allá de los 25°, los granos de trigo por ejemplo corren el riesgo del « escaldado » (parada más o menos total de su relleno o de su maduración, lo que lleva a producir granos arrugados y de peso específico débil). El riesgo es perder 1,5 quintales por hectárea por día, encima de los 25°. De ahora en adelante, es necesario reunir productividad y resiliencia: encontrar cereales (seguramente mezclas de diferentes variedades), que producen quizás un poco menos en años en que hace muy buen tiempo, pero que producen sin embargo cuando hace mal tiempo. La viña será también muy afectada y emigrará progresivamente del sur hacia el norte de Europa. Francia, que está en el centro, será menos afectada que Sicilia, pero los viñedos de las regiones Bordelais, Languedoc y Côtes du Rhône necesitarán adaptaciones muy grandes, y deberán hacer frente a una nueva competencia venida de Inglaterra y de Dinamarca.
2-Ayudar la agricultura a disminuir su producción de gases de efecto invernadero.
Para reducir la producción de gas carbónico pero también para mejorar la fertilidad de las tierras y disminuir radicalmente el uso de los pesticidas, se irá labrando cada vez menos, para luego abandonar francamente esta práctica, sin embargo altamente simbólica de una actividad cuyos participantes se calificaron durante mucho tiempo de « labriegos ». Pensemos que labrar una hectárea consiste en voltear 4 000 toneladas de tierra gracias a 15 a 40 litros de gasóleo.
Los ex-labriegos deben hacerse poco a poco verdaderos criadores de gusanos (éstos tienen una acción decisiva sobre la vida de los suelos : digestión de residuos vegetales, transferencia de materias fertilizantes, absorción y enterramiento de las aguas de lluvia etc..); pero también cultivadores de hongos, los cuales aseguran la circulación de de los elementos nutritivos en el suelo y de las bacterias (démonos cuenta de que en un gramo de tierra de bosque, se cuentan 4000 especies de bacterias y 2000 de hongos, todas muy útiles.) Si se quiere acelerar esta práctica, se tiene que implementar ayudas a la conversión para los primeros años en que uno se enfrenta a situaciones desconocidas y en que la fertilidad y la biodiversidad del suelo no están todavía reconstituidas: en efecto, se necesitan de 3 a 7 años para reconstituir su cabaña de gusanos por ejemplo,y otros tantos para controlar mejor las malezas (« malas hierbas ») que ya no estarán enterradas. El modelo instalado en Europa para ayudar a la conversión a lo orgánico puede seguramente ser utilizado para hacer frente a este otro tipo de desafío.
Cabe también relocalizar las producciones por todas partes en el territorio nacional, para disminuir los transportes de alimentación o de producción intermediaria en grandes distancias. La eficacia consiste en optar por producir nuestro trigo en la cuenca parisina, nuestras patatas en Picardía, nuestra leche en Normandía, nuestros cerdos y pollos en Bretaña, etc. Hacer circular montones de camiones en nuestras carreteras puede ser considerado de nuevo a la luz de los desafíos del recalentamiento climático. Y, del lado del consumidor, una educación y una movilización popular para comer preferentemente productos locales del tiempo parecen absolutamente indispensables. Pensemos que las verduras locales del tiempo « producen »20 veces menos gases de efecto invernadero que las hortalizas fuera del tiempo importadas por avión.
Pero quedamos todavía a la periferia del problema del recalentamiento climático causado por la agricultura. Lo esencial proviene del metano y del protóxido de nitrógeno.
Aunque los arrozales sean grandes productores de estos gases, el metano proviene sobre todo de los estómagos de los rumiantes, que vuelven a emitirlos bajo la forma de pedos o eructos. Así se estima que la cría del ganado emite de por sí sola el 37% de todo el metano originado por las actividades humanas (en la proporción de 2,2 mil millones de toneladas de casi 6). Aquí estamos frente a dos desafíos: por una parte, actuar en la alimentación del ganado para reducir esta producción de metano, y sobre todo acompañar el movimiento natural que consiste en bajar radicalmente el consumo de carne y productos lecheros en los países que los consumen demasiado, como Francia. Es preciso pasar de un modelo del siglo XX, en que se produjeron y se consumieron cada vez más estos productos cada año, creando unidades de producciones de masa, a un modelo del siglo XXI , en que se debe producir menos y mejor, bajo el signo de la calidad, y remunerar más a los criadores para eso.
Hacer con la cría exactamente lo que se hizo con la viticultura francesa, cuando se pasó, desde los años 50, de un consumo anual de 140 litros de vino a solamente 40 litros, abandonando pura y sencillamente la producción de « vinucho » en benefico de vinos buenos y muy buenos vendidos claramente más caros.
El protóxido de nitrógeno, que se queda tanto tiempo en la atmósfera que la calienta 298 veces más que el gas carbónico, y que causa, por sí solo, la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero de la agricultura, es básicamente un subproducto de los abonos nitrogenados. Hacemos un consumo considerable de estos fertilizantes, o bien bajo la forma de deyecciones animales en las zonas de cría, o bien bajo la forma de fertilizantes minerales en las zonas cerealistas. Las plantas distan mucho de consumirlo todo, y el resto contamina nuestras capas freáticas, provoca la eutrofización de nuestras charcas y lagos y cubre nuestras playas de algas. Pero, sobre todo, estando desnudo el suelo, por haber sido labrado, los diferentes procedimientos de mineralización, nitrificación,denitrificación, provocan la evaporación de una gran cantidad de este gas deletéreo. Pues es fundamental actuar en este particular.
Ahora bien, existen soluciones : abandono de la labranza, cobertura permanente de los suelos, y sobre todo, pasar de un aporte de nitrógeno artificial a un aporte de nitrógeno natural a partir de las plantas que capturan naturalmente el nitrógeno del aire y lo dejan en el suelo bajo la forma de nódulos alrededor de sus raíces : las leguminosas(soya, guisante, judía, haba, lenteja, altramuz, haba menor etc. pero también las leguminosas forrajeras: trébol, alfalfa, arveja etc.).
Recordemos que, en este dominio,Francia retrocedió fuertemente desde 1960, fecha a partir de la cual la Comunidad europea permitió la entrada sin aranceles de la soya americana utilizada en la alimentación animal. En 2012, las leguminosas cultivadas solas representaban menos del 3% de las superficies arables, contra cerca del 17% en los años 1960. Una política pública de incitación a la vuelta del cultivo de las leguminosas en Europa es pues absolutamente imprescindible. O sea directamente, o sea en asociación con los cereales, cada planta ayuda a la otra a crecer: son « cultivos asociados de plantas de insumos débiles, » o bien « intercultivos, » entre dos cultivos, por ejemplo la mostaza y la facelia (éstas aseguran entonces la cobertura permanente del suelo mientras al mismo tiempo capturan carbono y nitrógeno.
3-Incitar la agricultura a resfríar la atmósfera
Una política de lucha contra el recalentamiento del planeta consiste sobre todo, en primer lugar, en limitar drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero, una vez que esté el carbono en la atmósfera, se puede imaginar que se lo recupera para volver a enterrarlo, o en el mar (lo que resulta complicado y arriesgado) o dentro y sobre el suelo. Cuando tomamos conciencia de que la totalidad de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero del planeta solo representan el 0,4% de lo que está almacenado en nuestros suelos ( desde menos de 5 m a la superficie del suelo) o en el suelo (de la superficie hasta 15m) se nos ocurre rápidamente incitar a los agricultores a aumentar en la misma cantidad( o sea finalmente de 4 por mil) su esfuerzo de almacenamiento del carbono.
Dos métodos principales para eso.Primero, una vez más, no labrar ni rastrojar, para dejar que todo el carbono y el nitrógeno contenidos en los tallos de las plantas que se cosecharon, vuelvan a la tierra y sean transformados por los gusanos y otros miembros de la fauna increíble del suelo (recordemos que bajo un metro cuadrado de suelo viven 260 millones de seres vivos!). Y después, plantar árboles, por todas partes! Lo que significa reforestar masivamente en todos los lugares de deforestación (actualmente se deforestan unos 18 millones de hectáreas por año en el planeta, mientras que, para detener el recalientamiento, habría que reforestar 300 millones de hectáreas!). Pero esto significa también volver a plantar setos para generalizar la agroforestería. Desde hace 50 años, se gastaron fortunas para financiar por todo el territorio el arranque de los setos. Ahora, hay que gastar lo mismo para ayudar a los agricultores a volver a plantarlos! Así como, en muchas ciudades, reaparecieron los tranvías que habían sido destruidos hace algunas décadas, así como las pistas para ciclistas.
Estamos aquí ante un verdadero círculo virtuoso: con las técnicas agroforestales, se puede a la vez seguir produciendo de modo intensivo, aumentar la fertilidad de los suelos, reducir el uso de los pesticidas (todos los animales « auxiliares de cultivos » que comen los bichos que atacan nuestras plantas necesitan vivir en los setos por lo menos durante un periodo de su vida), y resfríar el planeta. Otra razón más para invertir de modo masivo en este sentido. Ayudar de modo financiero a los agricultores, durante los años de transición en que las cosechas serán un poco menos abundantes, y ayudarles de modo humano por el intercambio de buenas prácticas, consejos y la capacitación
.Buena noticia: la agricultura puede volver a ser un sector creador de empleos. Segunda buena noticia: dentro de pocos años, si lo decidimos y si nos damos los medios financieros y humanos para hacerlo, la agricultura puede a la vez disminuir fuertemente su propia producción de gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, captar buena parte del CO2 que nuestras ciudades, nuestras fábricas y nuestros transportes seguirán (un poco) produciendo.
Invertir con fuerza para acompañar el cambio
Se puede ver en lo susodicho que todos los cambios indispensables para la agricultura son primero cambios culturales más que inversiones materiales. Por supuesto, habrá que financiar por ejemplo inversiones en lo hidráulico, (aunque no sean grandes presas las que se necesitarán para el riego, sino más bien multiplicar las charcas y otros depósitos de aguas de superficie) pero también en la metanización, el compostaje etc. pero la inversión esencial se hará en la concientización, la formación y el acompañamiento al cambio. Se trata de inventar una nueva agricultura que, de por sí, no cueste más caro que la antigua.
Pero, así como al inicio del desarrollo de la agricultura « químicamente intensiva », será necesario multiplicar todos los procesos de acompañamiento, en los institutos agrícolas, en los sistemas de formación continua, en las Cámaras de agricultura, y todas las asociaciones y federaciones (como Centros de estudios técnicos agrícolas, Polos de desarrollo agrícolas, Federación de agricultura orgánica, Asociaciones de agriculturas de conservación, Asociaciones agroforestales, Fondos de formación Vivea etc.).
Se añadirá una vigorosa impulsión a la investigación orientada en este sentido (sobre todo investigación aplicada) y el apoyo decidido al desarrollo de las start-ups. En efecto, éstas deben ser animadas a multiplicarse, para inventar esta nueva agricultura que reúne ecología, genética, química orgánica inspirada y digitalización, porque no es cierto que las grandes empresas y organizaciones que dominan actualmente la agricultura sean capaces solas de tener suficiente imaginación para inventar la agricultura de mañana.
Y, por fín, habrá que multiplicar los sistemas de incitación y acompañamiento financiero al cambio. La idea es firmar contratos con los agricultores que desean cambiar de práctica, para asegurarles que podrán sobrevivir durante el periodo de transición, una incitación positiva, que rompe con las políticas tradicionales de control y de recelo generalizado, pero, por eso, habrá que movilizar realmente fondos considerables.